lunes, 7 de julio de 2008
Plataneces #1: de emperadores y plátanos
(Entré en unos grandes almacenes a por el libro:
—Buenas tardes. ¿Estoy buscando "A sí mismo", de Marco Aurelio?
La dependienta, solícita, se planta frente al ordenador para buscarlo en la base de datos:
—¿Y el apellido?)
Se trata de una nueva versión de lo que siempre se han titulado confesiones, meditaciones o soliloquios, con un giro en la traducción que tal vez se adapta mejor al propósito del emperador. Marco Aurelio se escribió una tabla de gimnasia moral, para práctica y entrenamiento vital, sustentada en dos ideas básicas y reiteradas: el bien es el principio rector de la vida; y todo pasa, nada permanece, y la muerte, tarde o temprano, a todo y a todos iguala. Ambos pilares se ensamblan en una sola acción: puesto que esta vida es breve y perecedera, hagamos el bien. Pero pronto se ve que, por la misma razón, cualquiera podría contraargumentar que puesto que esta vida es breve y perecedera, hagamos el mal.
La sorpresa mayor del libro ha sido encontrar la siguiente máxima: “No te enfades con las cosas, a ellas no les importa nada”, palabras exactas, escritas como si fuesen suyas, en Ramón Gómez de la Serna, emperador de las greguerías. Ay, Ramón, qué copiota, qué manera de fagocitar. Se lo perdonamos, porque su exceso en todo era parte de su encanto. A cambio, aquí transcribo un delirante texto suyo:
Consejos a los comedores de plátanos
El comedor de plátanos es un fanático que cuando se ha comido un plátano cree que se ha comido media Naturaleza. Por eso hay que darle algunos consejos.
En primer lugar, los plátanos son producidos demasiado al por mayor y suelen madurar lejos del árbol, en una maduración artificial de deposito de cadáveres. El fervoroso comedor de plátanos lo primero que debe hacer, por lo tanto, es irse debajo de un platanero y comer allí mismo los plátanos según vayan cayendo maduros, como si el árbol se fuese quitando los guantes y los arrojase.
Los plátanos no se deben apretar al escogerlos, porque esos apretones serán cardenales en los plátanos de mañana.
No deben comerse más de seis plátanos, porque una cantidad mayor que esa cubrirá toda la carrera del intestino.
Al coger un plátano se juega a la suerte, pues hay los plátanos de la digestión y los de la indigestión, que se parecen mucho.
El plátano no se debe comer abriéndolo en flor y haciendo desaparecer poco a poco el cogollo, pues así se imita a un prestidigitador que juega a hacer desaparecer una cosa, sin tener la gracia del prestidigitador, que consiste en volver a sacar entero lo que se traga de este modo. Además, que es así como los monos se los engullen.
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