La literatura ha sido fuente de inspiración frecuente para el nombre artístico de músicos y bandas. Por ejemplo:
W. S. Burroughs: Soft Machine, Steely Dan y Clem Snide
Kafka: Josef K y Gregor Samsa
Rilke: Rainer Maria
Flann O’Brien: At Swin Two Birds
Aldous Huxley: Eyeless in Gaza
Dylan Thomas: Bob Dylan
Verlaine: Tom Verlaine
Shakespeare: The Darling Buds
Tennison: The Lotus Eaters
Williard Manus: Mott the Hopple
Osip Mandelstam: Persephone’s Bees
Cervantes: They Might Be Giants (¡norteamericanos!)
Sin embargo, por estos lares no es fácil dar con muchos ejemplos. Se conoce que se lee menos; o simplemente que por aquí no se ha sabido convertir la literatura en un referente natural.
El único muy claro es el de Humbert Humbert. Tal vez Maga remitan a Cortázar, Zola al homónimo escritor francés y Dorian a Oscar Wilde, todos ellos grupos muy recientes. Si uno se remonta más atrás de los noventa el asunto se complica. Uno de los pocos leídos por entonces era Santiago Auserón, que musicó con Radio Futura el famoso poema de Poe «Annabel Lee». En la cultura anglosajona hay una enorme tradición musical en las universidades y, sobre todo, en escuelas de arte que aquí no se da; incluso Joe Strummer estuvo en una, hasta que lo expulsaron por componer una obra demasiado provocativa a base de tampax usados.
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