martes, 25 de octubre de 2011

Hubo un tiempo en que bastaba con una portada #10: hoy lo cuenta Miss Amanda Jones

Nunca me ha gustado mucho el rollo romántico, o mejor dicho lo que se supone que tiene que ser «romántico»: toda esa historia de cenas con velas, regalos de joyas e irte sola con tu pareja a pasar el fin de semana en el medio de la nada. De verdad, no puedo, todo eso me resulta un coñazo. Para que os hagáis una idea de cómo funciono, la mejor primera cita que recuerdo consistió en ir a comprar un tapón para un fregadero y después pasar la tarde sentados al sol en la acera de un bar, porque dentro ya no cabía más gente, hablando de biología y cantando canciones de los Sex Pistols y de Leonardo Dantés. Así que debe de ser por eso también que el regalo «de chicos» que recuerdo con más cariño y que más ilusión me hizo fue, hace ya unos cuantos cumpleaños, una camiseta del bar en el que trabajaba mi susodicho de entonces, más una copia del Ziggy Stardust en un CD regrabable, eso sí, una copia currada, con su CD decorado y su portada fotocopiada en color por ambos lados y todo. Esa fue la primera vez que la vi.

Probablemente no había escuchado nada de David Bowie, al menos a conciencia, hasta cinco o seis años antes; entonces decidí que David Bowie me gustaba, así en general pero sin profundizar, al estilo de la mayoría de gente que te dice que le gustan Elvis o los Beatles, porque resulta que a todo el mundo le gustan aunque luego no tengan ni un disco suyo ni pasen del «Love me tender» y del «Yellow submarine». Pues de la misma manera decidí yo que me gustaba Bowie: sus canciones más míticas sonaban bien por la radio y en casas ajenas, y con eso era suficiente.

Pero con aquella copia del Ziggy Stardust empecé a escucharlo como Dios manda, a conseguir sus discos uno detrás de otro, a comprármelos en vinilo, a flipar con sus letras, a descubrir sus versiones, a criticarlo si la situación lo requería.

Años después vine a vivir a Inglaterra y, no recuerdo muy bien cómo, di en internet con la calle que sale en la portada del Ziggy Stardust. Resultó ser real y no un decorado: está en Londres, se llama Heddon Street y es una perpendicular a Regent Street, del lado izquierdo si vas subiendo de Piccadilly a Oxford Street, a la altura de Carnaby pero del otro lado. Cuando fui a buscarla me encontré con que todo el pijerío de Londres está allí con sus modelazos de viernes por la tarde bebiendo cócteles. Camisas abiertas, sonrisas profidén descorbatadas, sesiones de solarium, tacones de diez centímetros, lentillas azules, Ricky Martin cantando en inglés, terrazas con sofás, brocados, antorchas. Hasta el famoso Ice Bar del que hablan en la sección de «lugares que no te puedes perder en Londres» de la Telva, ese que dentro está a veinte bajo cero y al que no sé qué gracia le ven, está en esa calle; la típica zona de treintañeros y cuarentañeros estupendos que hay en los centros de todas las ciudades. Ahí se hizo la foto de la portada, hace casi cuarenta años, cuando muchos de los que ahora se toman allí las copas aún no habían nacido y aquello sólo era un callejón trasero con mala pinta.

Y al fondo del callejón, tras atravesar dos terrazas, la segunda con dificultades y salvando todo tipo de obstáculos (taconazos que amenazan con clavarte al suelo, mesas de diseño chungo que se tambalean a tu paso, cócteles de quince libras…), y bajo la mirada extrañada de un par de seguratas con pinganillo, está la cabina de la contraportada. O mejor dicho, el sitio en el que estaba la cabina por la que un flipado pagó un pastón en una subasta y que fue sustituida por otra. Ni siquiera dejan estar las pintadas de los fans en la pared; periódicamente se cubren con pintura gris. No quedan bien en una calle con tanto nivel.

La única referencia que pude ver la última vez que estuve allí, no hace mucho, ya que forma parte de la ruta turística por Londres que hago con mis visitas, fue la frase «Ziggy played guitar», escrita tímidamente con boli azul y letra pequeñísima sobre una pegatina publicitaria que había pegada en el teléfono.

Y además, había alguien tirado en el suelo de la cabina, dentro de un saco de dormir.

[Autora del texto: Miss Amanda Jones]

4 comentarios:

Gog dijo...

Miss Amanda Jones, gracias por tu estupenda colaboración. Además, he aprendido algo, pues desconocía la historia de dónde están tomadas las fotos de la portada de ese discazo (soy superfán de DB).

Lo increíble es que sé muy bien de qué callejón se trata: las mismísimas Navidades pasadas me llevaron a una tetería marroquí que hay allí, a escasos metros del Ice Bar (qué gilipollez, con lo que mola el calorcito). ¡¡¡Y yo sin saber dónde estaba!!! Me hubiera postrado en señal de veneración. Tendré que hacerlo la próxima que vaya a London.

Miss Amanda Jones dijo...

Pues desde la tetería puedes hacer dos cosas: o salir a Regent Street hacia la derecha, o ir a la izquierda hasta el fondo del callejón, que no tiene ni cinco metros de largo, y darte de narices con la cabina.

En fin, gracias a ti, me llena de orgullo y satisfacción :)

Ticket Loser dijo...

Miss Amanda Jones: un texto estupendo.
Yo "visité" el callejón hace años, pero tuve una sensación extraña, como de pues-ya-ves, y eso que a devoto de Bowie no me gana ni Gog...

Miss Amanda Jones dijo...

A lo mejor te gano yo... XD

La verdad es que yo también me quedé un poco así... Me hubiera molado encontrar el típico callejón trasero chungo que al parecer era entonces.

Gracias!!!