domingo, 30 de octubre de 2011

Debut #41 // A mí no hace falta que me cambies el plato #19: Dominant Legs

Según los tratados de Geometría: «Todas las figuras idénticas son iguales; sin embargo, no todas las figuras iguales son idénticas». Se ve que es una máxima perfectamente aplicable a esta época de devoción por lo retro y la vuelta a patrones explotados ya hace tiempo. Y el debut de Dominant Legs puede servir para ilustrarlo.

Además, haber escuchado estos días su álbum de debut, Invitation (Lefse, 2011), coincide con una conversación que mantuvieron Gog y un amigo no hace mucho en la que curiosamente se mencionó al hoy muy olvidado grupo ochentero Haircut 100.

Y es que Ryan Lynch y Hannah Hunt forman la base de esta nueva banda de San Francisco que parece estar de fiesta permanente en una isla tropical con ese pop con desparrame de riffs saltarines de guitarra y cajas de ritmo a lo Orange Juice y, sobre todo, Aztec Camera y Haircut 100. Es más, el parecido de Lynch con Roddy Frame o Nick Heyward es un caso clónico.

Pese a un par de momentos (cortes 6 y 8) copados por los sintetizadores y que suenan como si aún nos encontramos en plenos ochenta más comerciales, Invitation se deja escuchar y degustar, aún mucho más si tienes la suerte de desconocer todos estos antecedentes musicales que Gog ha dispuesto con su pedantería habitual. El tema inicial y el single molón «Hoop for Love» prometen mucho disfrute. Tanto el estribillo de ese tema, que insiste en la idea de que el amor les da hambre, como el vídeo que le han preparado están en consonancia con la frutícola portada. (Respecto al vídeo, Gog no comprende qué es eso de partir un kiwi a lo largo; está de moda hacerlo con las sandías y le pone de los nervios: los melones, longitudinalmente, y las sandías, tranversalmente, de toda la vida.)

Dominant Legs - Hoop of Love from Video Exclusives // Playground on Vimeo.

Y ya que estamos, recordemos a Haircut 100:

sábado, 29 de octubre de 2011

jueves, 27 de octubre de 2011

Parecidos razonables #17 // Las cosas del directo #21: Bonnie Prince Billy

Hace unos días, durante un concierto de Bonnie Prince Billy,

un terrible fogonazo retrotrajo a Gog a una época de su pasado que tenía perdida en el limbo de la memoria, y ya no pudo volver a mirar al escenario sin que se le apareciera la imagen del...

señor Roper.

martes, 25 de octubre de 2011

Hubo un tiempo en que bastaba con una portada #10: hoy lo cuenta Miss Amanda Jones

Nunca me ha gustado mucho el rollo romántico, o mejor dicho lo que se supone que tiene que ser «romántico»: toda esa historia de cenas con velas, regalos de joyas e irte sola con tu pareja a pasar el fin de semana en el medio de la nada. De verdad, no puedo, todo eso me resulta un coñazo. Para que os hagáis una idea de cómo funciono, la mejor primera cita que recuerdo consistió en ir a comprar un tapón para un fregadero y después pasar la tarde sentados al sol en la acera de un bar, porque dentro ya no cabía más gente, hablando de biología y cantando canciones de los Sex Pistols y de Leonardo Dantés. Así que debe de ser por eso también que el regalo «de chicos» que recuerdo con más cariño y que más ilusión me hizo fue, hace ya unos cuantos cumpleaños, una camiseta del bar en el que trabajaba mi susodicho de entonces, más una copia del Ziggy Stardust en un CD regrabable, eso sí, una copia currada, con su CD decorado y su portada fotocopiada en color por ambos lados y todo. Esa fue la primera vez que la vi.

Probablemente no había escuchado nada de David Bowie, al menos a conciencia, hasta cinco o seis años antes; entonces decidí que David Bowie me gustaba, así en general pero sin profundizar, al estilo de la mayoría de gente que te dice que le gustan Elvis o los Beatles, porque resulta que a todo el mundo le gustan aunque luego no tengan ni un disco suyo ni pasen del «Love me tender» y del «Yellow submarine». Pues de la misma manera decidí yo que me gustaba Bowie: sus canciones más míticas sonaban bien por la radio y en casas ajenas, y con eso era suficiente.

Pero con aquella copia del Ziggy Stardust empecé a escucharlo como Dios manda, a conseguir sus discos uno detrás de otro, a comprármelos en vinilo, a flipar con sus letras, a descubrir sus versiones, a criticarlo si la situación lo requería.

Años después vine a vivir a Inglaterra y, no recuerdo muy bien cómo, di en internet con la calle que sale en la portada del Ziggy Stardust. Resultó ser real y no un decorado: está en Londres, se llama Heddon Street y es una perpendicular a Regent Street, del lado izquierdo si vas subiendo de Piccadilly a Oxford Street, a la altura de Carnaby pero del otro lado. Cuando fui a buscarla me encontré con que todo el pijerío de Londres está allí con sus modelazos de viernes por la tarde bebiendo cócteles. Camisas abiertas, sonrisas profidén descorbatadas, sesiones de solarium, tacones de diez centímetros, lentillas azules, Ricky Martin cantando en inglés, terrazas con sofás, brocados, antorchas. Hasta el famoso Ice Bar del que hablan en la sección de «lugares que no te puedes perder en Londres» de la Telva, ese que dentro está a veinte bajo cero y al que no sé qué gracia le ven, está en esa calle; la típica zona de treintañeros y cuarentañeros estupendos que hay en los centros de todas las ciudades. Ahí se hizo la foto de la portada, hace casi cuarenta años, cuando muchos de los que ahora se toman allí las copas aún no habían nacido y aquello sólo era un callejón trasero con mala pinta.

Y al fondo del callejón, tras atravesar dos terrazas, la segunda con dificultades y salvando todo tipo de obstáculos (taconazos que amenazan con clavarte al suelo, mesas de diseño chungo que se tambalean a tu paso, cócteles de quince libras…), y bajo la mirada extrañada de un par de seguratas con pinganillo, está la cabina de la contraportada. O mejor dicho, el sitio en el que estaba la cabina por la que un flipado pagó un pastón en una subasta y que fue sustituida por otra. Ni siquiera dejan estar las pintadas de los fans en la pared; periódicamente se cubren con pintura gris. No quedan bien en una calle con tanto nivel.

La única referencia que pude ver la última vez que estuve allí, no hace mucho, ya que forma parte de la ruta turística por Londres que hago con mis visitas, fue la frase «Ziggy played guitar», escrita tímidamente con boli azul y letra pequeñísima sobre una pegatina publicitaria que había pegada en el teléfono.

Y además, había alguien tirado en el suelo de la cabina, dentro de un saco de dormir.

[Autora del texto: Miss Amanda Jones]

lunes, 24 de octubre de 2011

Cameos musicales #32: Mataharis

Rosendo Mercado (de valores, pero de los buenos), tocando en directo «Maneras de vivir» para una escena de Mataharis (Bollaín, 2007).



sábado, 22 de octubre de 2011

Ellas llevan el ritmo #17: Janet Weiss

Janet Weiss era la batería de Sleater-Kinney, aquel fogoso trío de riot grrrl, que es cómo se resumía una forma de entender el punk y el rock de combate mezclado con el feminismo en la década de los noventa. Sleater-Kinney fueron unas de las más sonadas del movimiento. Una pérdida su disolución siete discos después, en 2006.

En cuanto ha podido, ha marcado el ritmo a quien se lo halla solicitado. The Go-Betweens, por ejemplo, la reclutaron para The Friends of Rachel Worth (Clearspot, 2000). Y por ahí continúa Weiss aporreando bombos y cajas. Recientemente se ha sumado a la banda de Stephen Malkmus & The Jicks, con los que ha grabado Mirror Traffic (Domino, 2011). En la contraportada del álbum se la presenta así: «Ms. Weiss is a nationally acclaimed percusionist, camper, and mountaineering specialist. Her profesional knowledge and service is available to all listeners. Tennis and scuba diving are her other specialities.»

Podría decirse que el disco comienza in medias res: cuando suenan las primeras notas de «Tigers» parece que la canción lleve ya en marcha un rato. Es uno de los mejores temas que ha logrado Malkmus en esta etapa en solitario.

Stephen Malkmus & The Jicks - Tigers

De hecho, es este uno de sus discos más completos desde que se acabara Pavement. Siguen ahí su característico fraseo cantarín y sus punteos a veces claros y pegadizos como lapas, a veces sucios o ensuciados. Atención también a «Stick Figures In Love»; y «Senator» ha tenido cierta repercusión porque trata de un político corrupto capaz de cualquier cosa a cambio de una mamada —«What the senator wants is a blow job» machaca el estribillo— y porque el vídeo lo interpreta el actor Joe Black.

Inspiradísimo álbum.

martes, 18 de octubre de 2011

¿Y tú de quién eres? #12 // A mí no hace falta que me cambies el plato #18: Baxter Dury

Mirad al muchacho que posa junto al gran Ian Dury en su portada del enorme New Boots and Panties!!! (Demon, 1977). Era su hijo Baxter, que por entonces tenía 5 años.

Baxter Dury sorprendió al mundillo musical en 2002 surgiendo desde la aparente nada con un debut encantador, Len Parrot's Memorial Lift. Que el tipo ya estaba bien colocado se ve en que para ese primer álbum pudo contar con Richard Hawley y el tándem Utley/Barrow, que le dieron consistencia a un pop onírico que te envolvía, próximo a veces al sonido de Mercury Rev.

Para el-difícil-segundo-disco —Floor Show (Rough Trade, 2005)— el retoño de los Dury se deshizo de aquel plantel; a cambio, le pidió al hijo del Blockheads (la banda del padre) Mickey Gallagher que le echara una mano. Y es que Ben y Baxter probablemente corretearon juntos desde chiquilines y hay cosas que no se olvidan. Musicalmente el resultado fue bien diferente, incluso algo decepcionante. Para empezar ya no había todo aquel tratamiento de la voz del álbum inicial, y pudimos empezar a descubrir el enorme parecido que tenía su entonación con la paterna. Las composiciones tenían un cariz más tradicional, y la magia de los Portishead se había trasmutado en trucos más facilones.

Curiosamente, la reedición de 2004 de New Boots and Panties!!! incluía un descarte de las sesiones del original titulado «Apples». En ese tema, el frutero que regala una manzana a una bailarina del Soho también se llama Baxter. Y el Baxter Dury ha decidido definitivamente seguir la senda paterna y este año ha regresado con un tercer álbum plagado de aquella cotidianidad tan fresca del padre. E igual de nutritivo, porque lo ha titulado Happy Soup (Regal, 2011), incluye un tema titulado «Picnic On The Edge» y posa para el libreto con un plato de ensalada entre las manos.

En «Claire» parece un redivivo Ian, como un pub rock de ultratumba. Por lo demás, el disco contiene un par de temas gozosos, como el primero, «Isabel», o, sobre todo, «Trellic», una pieza del mejor pop que comienza con un llamativo redoble de caja durante cinco segundos, al que le sigue un punteo de guitarra cautivador y más adelante unos coros femeninos la mar de sugerentes (brillante contrapunto el de Madelaine Hart a lo largo de todo el álbum).



Happy Soup no alcanza las cotas artísticas del debut, pero ha remontado el vuelo de Baxter Dury. Quizá se trata simplemente de que nos acostumbremos y asimilemos de una vez que es hijo de quien es y que contra el ADN no se puede luchar.

domingo, 16 de octubre de 2011

La cara oculta #4: Daft Punk

La leyenda urbana cuenta que Guy Manuel de Homem-Christo y Thomas Bangalter son tan desconocidos y misteriosos que se permiten enviar a sus conciertos a otras dos personas en su lugar para que pulsen los botones.

Originalmente estos amigos parisinos, llevados por su fascinación por los Beach Boys (¿?), se hacían llamar Darlin’. La revista Melody Maker describió entonces su quehacer como «un ramillete de daft punk», lo cual les hizo tanta gracia que lo adoptaron como nombre de guerra. Y a partir de ahí el despegue. Desde su inicial Homework (1997) y después con Discovery (2001), pusieron a Francia a la cabeza de la música electrónica, el house, el sampleado a saco, el uso del vocoder y la modernidad más moderna. Su imagen robótica, como de motoristas intergalácticos, es archifamosa, y apenas circula una foto del dúo en sus años adolescentes.

Lo último que han hecho es ponerle banda sonora a Tron: Legacy (Walt Disney, 2010). Y en el recopilatorio que está a punto de salir para celebrar sus veinte años de vigencia, se incluirá un tema inédito de 1994, titulado «Drive».

El gran James Murphy incluso los lleva a su casa:

viernes, 14 de octubre de 2011

Ette aquí #30: The Vonettes / The Pacettes

La historia de Van McCoy es esa del muchacho negro que canta góspel en el coro de su iglesia y que después se dedica profesionalmente a la música en aquella época dorada del soul. Aunque destacaba más componiendo y arreglando para otros, como artista lo intentó en numerosas ocasiones sin demasiado éxito. Vueltas que da la vida, sólo en 1975, con la llegada de la música disco, le tocó el premio gordo con, curiosamente, una pieza cuasi-instrumental, la inmortal «The Hustle».

A comienzos de la década de los sesenta se había echado novia, Kendra Spotswood, que a partir de entonces le acompañó durante mucho tiempo en labores artísticas. Para empezar, fue la voz principal del grupo de chicas de acompañamiento de McCoy, tan típicos entonces. También como entonces, el coro tenía nombre propio: The Vonettes. Y también como entonces, las chicas llegaron a grabar algún tema sólo con su nombre artístico. En su caso, «Touch My Heart» es el que las mantiene dentro del libro de la historia de la música:




La pareja McCoy-Spotswood compuso, produjo e interpretó una serie de singles publicados bajo una espiral frenética de seudónimos:

> The Pacettes: «You Don't Know Baby»
> Jack & Jill's: «Two of a Kind»
> The Fantastic Vantastics: «Gee What a Boy»

A ella debía de atraerle el asunto del cambio de nombre artístico, porque luego continuó cantando nothern soul del bueno como Sandi Sheldon y como Kenni Woods. En puridad, este ajetreo nominal tenía una explicación más allá de intentar captar la atención del público (porque es sabido que la fama tiene alma de liebre y puede saltar donde menos se la espera): por motivos contractuales, a diferente compañía discográfica, diferente nombre. Se la recordará, entre otros temas, por maravillas soul como «Back With My Baby» o «You're Gonna Make Me Love You», firmados por el ínclito Van.


Otra de las Vonettes fue Brenda McGregor, que abandonó a su también grupo de chicas The Dynells para unirse a estas otras. Murió a los 25 años.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Música y política #14 / Gastan gafas #39: La Estrella de David

David Rodríguez siempre ha sido un anarquista y todo apunta a que siempre lo será. Entiéndase por tal un artista que siempre ha ido a su bola haciendo lo que le ha salido de la gana, y alguien de pensamiento libre y crítico con el mundo que le rodea. Un «undergrounder», como decía aquella canción suya de Telefilme. Y Beef, no nos olvidemos de su otro grupo, hornada de la primera generación indie ibérica. Aquel indie patrio se caracterizaba por la querencia a cantar en inglés, que tal vez era su manera de entender la modernidad y de despegarse del pop de la Movida. Todos ellos luego se dieron cuenta de que podían expresarse mucho mejor en su lengua materna, y enterraron el idioma de la Pérfida Albión. El último rastro que tenemos de Beef data de 2004, Victoria principal (El Ejército Rojo), cantado ya casi por completo en español.

Enterradas ambas bandas, David Rodríguez comenzó a especializarse en producir a otros, y paralelamente dio salida a un nuevo proyecto musical propio: La Estrella de David. Maracaibo (Canadá, 2011) es su excepcional segundo ejercicio.

En lo musical, sigue alentado básicamente por la pulsión del krautrock, del que siempre se ha confesado devoto, sólo que ahora ha dado cabida, a su manera, muy a su manera, a sabores populares, y referencias a la copla, el cantautorismo o el folclore, todo ello, insistimos, pasado por el tamiz retorcido, personalísimo e intransferible de David Rodríguez. Incluso se atreve con una versión de un tema popularizado por, hey, Julio Iglesias, «La carretera».

En el contenido, ha abierto su corazón cínico y esquivo para regalarnos gemas de este pelo:

Hay tres cosas que me importan más: / ser listo para que otra no escoja, / verte otra vez y la paz mundial. («Escalofrío»)

Quería estar contigo / en todas las horas. / Si quieres lo digo otra vez. («Cuando te deje»). [Atención a esa preposición, que convierte algo mil veces dicho antes en algo especial.]

Tú la joya; las demás, bisutería. («Decathlon»)

Érase una vez en Maracaibo / la llave de mi sosiego, / la que me anuncia juegos nuevos. / Pero sigo aquí / en el siglo XIX / esperando a que se quede. / Me sorprendería hacerlo bien. («Un último esfuerzo»)

Y Gog pide perdón si hay alguien presente al que el asunto de las letras le resulta cansino, pero es que ha convertido «El más romano del mundo» en himno personal y desea copiarlo entero:

Hay una línea de alta tensión
que me separa de Dios.
Entre su campanario
y mi cuarto de estar
hay un vacío legal
que los abogados del juicio final
han decidido llenar
con su primera sentencia ejemplar:
que me muera de pena
muy lejos de este lugar.

Y yo no me quiero
Yo no me quiero marchar

Si no me resisto
según lo previsto,
iré al paraíso fiscal
con un talonario
con cheques en blanco
de un banco de la capital.
Y los notarios de la eternidad
traerán la fe para estar
a la derecha del rey celestial.
Hay un solo problema:
Yo no me quiero marchar.

La Estrella de David- El más romano del mundo

Neil Young estaría satisfecho, ¿verdad?

Por supuesto, no podía faltar en él el apartado político. Ya con Beef resultó con toda probabilidad premonitorio (desgraciadamente) aquel «C’mon Rajoy». En esta ocasión hace desfilar por «La gran fiesta de la democracia» a todo el espectro político catalán: Jordi Pujol y Montilla / Artur Mas, Pasqual Maragall, / Joel Joan Antoni Samaranch. / Passeu, que ya os dirá el regidor / dónde tenéis que poneros. Y su aviesa línea final: Yo esta noche no me arreglo.

C’mon, David.

domingo, 9 de octubre de 2011

...Y ellos se juntan #47 // Cosas de hermanos #20: 13 & God

A ver, he aquí un totum revolutum que convendría desmadejar. Por un lado están —atención a la rima interna— los hermanos germanos Archer dados de la mano de Martin Gretschmann, es decir, el pop microelectrónico de The Notwist. Por el otro, cruzando el Atlántico, el rap electrónico y underground de Themselves y de Subtle. (A la división continental podría añadírsele que a este lado gastan gafas y al otro, no.)

¿Tres en uno? No exactamente. Pese a componer a la limón los líderes de Notwist y Themselves, se aprecia sin esfuerzo que unos temas pertenecen más a unos y el resto a los otros, y que el palo inditrónico es el que predomina en el conjunto. En definitiva, juntos pero no demasiado revueltos. Ya ocurrió en su debut y sucede de nuevo en este Own Your Ghost (Anticon, 2011).

El esqueleto que sobrevuela la portada avisa de que el pesimismo ha irrumpido en el ánimo de esta gente. Las letras tratan el tema de la muerte y el envejecimiento. Pero sólo por la maravilla de pop electrónico marca de la casa (Notwist) que es "Old Age" merece la pena haber vivido:

Old Age - 13&God

1. Its Own Sun
2. Death Major
3. Armored Scarves
4. Janu Are
5. Old Age
6. Et Tu
7. Death Minor
8. Sure As Debt
9. Beat On Us
10. Unyoung

viernes, 7 de octubre de 2011

Las cosas del directo #20: Clem Snide (Eef Barzelay)

Concierto de Clem Snide. Bueno, concierto de Eef Barzelay con banda de acompañamiento (los españoles El Partido). Y allí que se fue Gog a celebrar con él el décimo aniversario de The Ghost of Fashion (SpinArt, 2001), que es a lo que venía a hacer por estos lares desde Nashville.

Gog adora la música de Clem Snide y de mayor quiere ser como Eef Barzelay:

> Eef es el condicional del country alternativo.

> Si se quitase las gafas se vería que detrás no hay nadie.

> Levanta los puños como si ganara carreras, carreras de escalas y notas.

> Es el letrista que más veces utiliza la palabra beautiful, pero que en él suena triste y dolorida.

> Tiene una voz nasal y palatina que cuando se constipa se le quita porque en él todo parece acaecer al revés.

> Toca la guitarra con la zurda. ¿Tendrá mano izquierda para todo lo demás?

> Es un talento histriónico; un histrionista.

> Es un mimo en movimiento.

> Es un triste feliz.

> Es un tímido sin timidez.


La otra noche en el momento de «Chinese Baby».

Justo delante de Gog había una pareja que habían cumplido los 30 digamos hacía algo menos de una década. Por la actitud un poco tiesa y tensa de ambos, como ajos que van a ser arrojados a la sartén, y una conversación un tanto forzada, se percibía que estaban en su primera cita. Así que Gog comenzó a hacer apuestas mentales consigo mismo sobre si terminarían deshaciendo la misma cama o no esa noche. Todo siguió igual entre ellos hasta la última canción del disco, que no del concierto, de título cuasi premonitorio —«No One’s More Happy Than You»—, momento en que la tensión les estalló en forma de un primer apasionado beso. A partir de entonces se relajaron y se arrimaron. Y Gog pensó que ya jamás olvidarían a Clem Snide.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Debut #40: Cashier Nº 9

«Goldstar» es uno de los inicios más felices que se recuerda en mucho tiempo, y To the Death of Fun (Bella Union, 2011), de los norirlandeses Cashier Nº 9, uno de los mejores debuts del año. (Perdonen a Gog, pero es que cuando le gusta o disgusta algo se le dispara su vena categórica y aseveradora.)


Un simple rasgueo de guitarra seguido del bombo de la batería in crescendo abren una pieza musical magnífica que destila alegría y excitación. Por ella pasan arreglos de cuerda, teclados, leves detalles electrónicos y hasta un solo de armónica. Una montaña rusa de felicidad. Pruébese a escuchar camino del trabajo por las mañanas a todo volumen y no habrá jefe que nos joda el día, porque tendremos le serotonina por las nubes.



Si después de este temazo aún no han quedado claras las intenciones de la banda, sígase con «Make you Feel Better», que podría ser una versión de The Stone Roses.

Y para acabar definitivamente con la lengua fuera, el tercer corte, «Lost At Sea», de nuevo con una fuerza melódica incontenible.

Luego llega el lógico bajón, pero la calidad sigue ahí, en este viaje musical a través de orquestaciones a lo Divine Comedy y Last Shadow Puppets, trance lisérgico a lo Spiritualized o psicodelia entendida a lo Super Furry Animals. Además, Gog también oye ecos de aquel pop folky que practicaban sus bienamados The Bluebells.

Les produce David Holmes, sin cuya mano probablemente la psicotrópica e hipnótica «The Lighthouse Will Lead You» nunca hubiera sonado igual.

Espectacular debut. Viva Belfast.

1. Goldstar
2. To Make You Feel Better
3. Lost at Sea
4. Good Human
5. Flick of the Wrist
6. A Promise Wearing Thin
7. Oh Pity
8. The Lighthouse Will Lead You Out
9. Good Bye Friend
10. 6% LG

martes, 4 de octubre de 2011

Rock 'n' actor #22: Jeff Bridges

El gran Godofredo Puentes, el gran Lebowski del cine, siempre ha sentido la comezón de la música royéndole la gana. Para este su segundo álbum (EMI, 2011), titulado como si se tratara de un debut, Jeff Bridges ha recurrido a la producción de T-Bone Burnett para vestirle sus composiciones. En fin, Bridges canta una cosa susurrada, en clave de rock americano clasicote, a ratos a lo Dylan, otros a lo Tom Petty.

Qué gran actor es Jeff Bridges.

domingo, 2 de octubre de 2011

Imposturas #7: Bram Stocker

¿Qué le mueve a alguien para convertirse en un tunante, para hacerse pasar por quien no se es? Tres parecen los motivos principales: ansia de dinero, de posición social o de simple notoriedad. En Famosos impostores (1910), de Bram Stocker, editado ahora por vez primera en España por Melusina, predominan los impostores que aspiraban a trepar por la escala social.

Bram Stocker —sí, quien creara al mítico conde libador de savia humana— fue un hombre cultivado, de altos vuelos intelectuales y estuvo muy relacionado con gente de la categoría de Yeats o Crowley. Prueba de sus dotes es este brillante ensayo sobre la impostura y sus artes, reflejadas por medio de algunos intérpretes históricos.

Habría que acotar antes el adjetivo del título, pues «famosos», estrictamente famosos, no son la mayor parte de estos personajes si los sacamos de su contexto anglosajón, a excepción de algún caso aislado como se verá más adelante.

El apartado dedicado a brujería y clarividencia, escrito con estilo vivo y dominio de la ironía, provista de esa sutilidad tan inglesa, es uno de los más disfrutables:

Es en verdad una pena que, entre la multitud que había visto al diablo entrando en la casa, no se encontrase ningún escribiente o dibujante veraz.

O esta descripción de las pruebas a las que sometían en el siglo XVII a las supuestas brujas:

La acusada era maniatada y arrojada a un recipiente lleno de agua con la profundidad necesaria. Si no se ahogaba, quedaba probada su culpabilidad y se procedía a colgarla conforme a la ley. Si no superaba la prueba, sus amigos quedaban satisfechos porque se declaraba que había muerto una inocente. En cualquier caso, la mujer ya no daba más problemas.

Como personajes particulares, e internacionalmente afamados, sobresalen los casos dedicados a los impostores que se hicieron pasar por el redivivo rey portugués don Sebastián y el secreto asunto de la reina inglesa Isabel I, la última Tudor, que ni se casó ni tuvo hijos. Aunque de una cosa no tiene por qué inferirse necesariamente la otra, parece ser que en esta ocasión si estuvieron ligadas soltería y falta de descendencia, pues existen insinuaciones históricas, improbadas, de que Isabel no era mujer sino varón.

En fin, todos tenemos algo de impostores; muchas veces intentamos vendernos como lo que no somos. Este Gog, mismamente, es un impostor más.